miércoles, 19 de septiembre de 2007

Instinto animal.

Mi profesor de filosofía siempre me había dicho que los humanos carecemos de instintos, esas mismas rutinas que hacen que los animales sobrevivan en su propio entorno. Somos superiores, solía decir. Somos peores que el resto de seres vivos, le replicaba yo enrabietado. No era un tipo especialmente listo ni inteligente, pero sus palabras, así como la forma de comportarse con todos y cada uno de los de la clase, denotaban sus largos años de experiencia fuera de este país. Ha vivido mucho, pensaba mientras escuchaba sus innumerables historias, o las de las decenas de amigos y centenares de conocidos que decía tener repartidos a lo ancho y largo de este mundo.
Creo que nunca se ha encontrado en una situación como la mía. Parece que la muerte nunca ha estado tan cerca suyo que de haberlo querido, hubiera podido arrancarle de un tirón ese oscuro manto que le cubre mientras se desliza entre ambos mundos.
El frío viento de la noche azota mi cara sin contemplaciones mientras la Luna me sonrie de forma tenebrosa. La parte derecha de mi rostro esta fría, como los cubitos que han servido para refrescar el whisky de hace un par de bares. El bosque susurra cánticos arcanos a todo el que se adentra en aquellas carreteras mientras sus ramas se balancean furiosas, siguiendo al unísono el malvado compás que conjuga la escena.
Suena uno de mis grupos favoritos, The Animals. Nadia y Andrea duermen plácidamente en los asientos traseros mientras The House of The Rising Sun penetra en mis oídos inundando de viejos recuerdos a mi deshidratada mente. La oscuridad de la carretera hace que pagues un despiste de tan siquiera unas décimas, con el chasis de tu carro destrozado, abierto de par en par, mientras por las barras de acero que lo componen descienden lentamente los trozos de los acompañantes con los que viajabas.
-Para un momento o me meo encima.- le susurre a Carlos después de hacer girar la ruedecita del volumen hasta el mínimo.-No me hagas parar ahora, aguanta un poco. Deben quedar menos de quince kilómetros, joder. - replicó apartando mi mano del radiocasette.
Cerré los ojos y buceando de nuevo bajo aquella gélida brisa, una masa viscosa ascendió lenta y ruidosamente por mi esófago, llamando la atención de forma clara y directa al único que todavía seguía, por nuestro bien, despierto. Aquel conjunto viscoso de mucosidad, que había ido recolectando la mierda con la que se topaba mientras ascendía por mi garganta salió despedido con fuerza tras un esputo. No exteriorices tus flemas cuando la expectoración ha sido muy fuerte, me solía decir mi novia. Pobrecita ella. Tanto estudiar para acabar jodida en el supermercado más cercano a su casa.
Me giré y le eché un vistazo. Seguía dormida, sonriente y plácida.
-Eso que acabas de hacer es una guarrada, ya sabes que no me gusta que hagas esas cosas cuando vas en mi coche, coño. -dijo girando su rostro hacía mí un instante.-Manten los ojos sobre el asfalto, Carlos. No me gustaría empezar el fin de semana con nuestros cuerpos bajo los hierros de este coche.-Déjate de gilipolleces y abróchate el cinturón, que a ver si el que va a salir volando va a ser el que más cuidado quiere que tengamos...-¿El que?.-Nada, joder. Tú abróchatelo y ya está, no me mosquees, ¿vale?.-¡Uuuhh!. El señor de hielo se nos enciende...-Vete a la mierda.
Si vas con cuidado no tiene porque pasarnos nada, excepto que consigas que me mee encima, pensé. Quedan apenas diez minutos y yo voy a mearme en ocho, como mucho. Sólo hace falta apartarse un poco, encender todas las putas luces del coche y te verán desde aquí a Lima, ¡mierda!. Intento tranquilizarme. Mis ojos se elevan de nuevo al firmamento mientras la Luna ya no me observa con esa sonrisa estúpida, sino que ahora parece triste. Que demonios... pienso.
El coche sesea bruscamente tras el volantazo de Carlos. El coche se aleja del centro de la calzada para pasar destrozando el quitamiedos. Saltan unas chispas y la carrocería grita despavorida tras la rascada sobre las puertas.
-¡¡Me cago en la puta!!- grita Carlos mientras sin tiempo a reaccionar, veo como una señal que se refleja a varios metros en adelante cruza a la altura de mi brazo demasiado rápido para poder hacer nada. Cuando el hierro del poste arranca el retrovisor derecho del 320i me doy cuenta de lo que está apunto de suceder. Intento recoger mi brazo derecho de la ventanilla pero ya es demasiado tarde. Éste se parte a la altura del codo, mutilándome de inmediato de esa parte hacía fuera. Grito desesperado tras el fuerte impacto, todavía sin notar el verdadero dolor de lo que acontecerá, mientras la cara de pavor de Carlos se torna desesperación, la locura le cubre la mente y hace que el volante gire de forma letal hacia el carril contrario. Es demasiado tarde.
Mi brazo desciende ahora ladera abajo , cubriendo de sangre el recorrido que ha escogido mientras observo simultáneamente el muñón que queda ahora en mi extremidad amputada y el muro de piedra caliza que nos espera apenas medio segundo más tarde. No hubiera ocurrido mucho más si al conductor no le hubiera entrado el pánico, pero supongo que estaba demasiado cabreado conmigo por haber escupido un par de veces sobre la carretera.
El impacto no se hace esperar. El airbag crece a una velocidad endiablada mientras me percato como las costuras del salpicadero ceden para accionar la bolsa de aire que seguramente me parta la nariz, labios y me desfigure el rostro por un tiempo. Mi cabeza se hunde sobre esa asesina almohada mientras mi culo se eleva del asiento haciendo que una de mis piernas se parta por varios lugares al torcerse el chasis que quedaba bajo mis pies.
Mi cabeza retrocede tras el impacto y mi nuca se clava contra el reposacabezas, que se retuerce sin remedio. La sacudida ha finalizado y todavía sigo vivo. No sé porqué, ni me voy a parar a observar los entresíjos de lo que ha ocurrido para que así sea. Un par de minúsculas luces me alertan. A lo lejos un vehículo parece acercarse a gran velocidad por aquellas carreteras mientras deduzco el resultado del impacto si me quedo llorando por mi brazo amputado y mi pierna destrozada.
De mi nariz desciende un hilillo de sangre que me impregna la camisa blanca de ese rojo tan repulsivo mientras con mi brazo izquierdo intento abrir la puerta. Por increíble que parezca, esta se abre como si fuera la puerta de un coche que acabas de sacar del concesionario, con la única excepción de que al abrirla del todo, cede a la fuerza de la gravedad y se tumba sobre el asfalto. Me tiro deliberadamente sobre la calzada y empiezo a serpentear hacia un lugar seguro, pero no veo una mierda.
Un ojo me sangra y me escuece, tengo la nariz partida y el labio inferior se hincha por momentos. No puedo hacer fuerza para arrastrarme con mi brazo derecho porque, simplemente, no tengo. Ya lo buscaré más tarde, aunque no sirva para nada.
-...Juan... jo... - mis oídos parecen estar en perfecto estado tras escuchar unos susurros que vienen de Carlos. Me llama pero yo ya estoy fuera del coche y ese vehículo se acerca cada vez más. En ese momento me doy cuenta de lo que realmente importa: yo. Ni novia, ni amigos, ni siquiera mi honor ni la lealtad que tanto decía rendir a mis más queridos. Todo se ve traspasado a un plano inferior y lo que ha hecho descenderlos hasta ese punto han sido mis cojones por salir yo mismo de esa.
Seré un ser despreciable y esto me atormentará durante toda mi vida. No dormiré muchas de las noches que lo necesite y me pasaré la vida entre psicólogos, hospitales y algún que otro psiquiatra, pero al menos estaré vivo. Podré seguir respirando este aire contaminado mientras me dan por el culo una y otra vez, como lo han estado haciendo desde el momento en el que nací. Pero al menos podré sentir como me joden. Preriero seguir viviendo la mierda de vida que llevaba a palmar ahora y notar como todo se desvanece en apenas un instante.
Mi profesor de filosofía siempre me había dicho que los humanos carecemos de instintos, esas mismas rutinas que hacen que los animales sobrevivan en su propio entorno. Pues bien, ahora el animal que huye de un lugar que se tornará el infierno en apenas unos segundos soy yo. Carecemos de instintos, ya.Que coño me van a explicar a mi...

Fina Garcia

Son las siete y media de la mañana. Las puertas del hotel empiezan a danzar entorno al eje del que nacen en cuanto mi pie derecho se funde sobre la alfombra que me despide en varios idiomas. Mi cabello es azotado por ese gelido e invisible latigo que cubre las calles de la ciudad en cuanto salgo del edificio. Un latido de corazon mas tarde sale Mina. Se coloca a mi vera. Sigue siendo igual de preciosa que lo era cuando me fije por primera vez en ella. Sus enormes ojos condimentados por esos carnosos labios que me sonrien cada vez que la miro como lo estoy haciendo ahora me volvieron loco en su dia. Se recoge el pelo con un moño y cuando termina empezamos a caminar.
Me alejo del hotel con grandes zancadas de las que aquella rubia y hermosa mujer pronto reniega.
-Refunfuña cuanto quieras preciosa...- le digo mientras alargo mi brazo hasta que nuestras manos se juntan -... pero sabes que Mandy quiere que lleguemos antes de la hora y todavia estamos algo lejos. - Apreto con ternura mi mano mientras le sonrio de forma afable. Ella cabecea un par de veces observando el suelo y me devuelve esa dulce sonrisa. Se resigna una vez mas y apreta el paso. Sonrio por dentro y le doy las gracias por ser como es.
La acera se estrecha cuando torcemos la esquina y nos encaminamos hacia el norte de aquella lujosa ciudad. El encapotado cielo se desgarra las vestiduras y en ocasiones deja que unos limpidos rayos de sol bañen porciones de los edificios mas altos como recompensa hacia algo que se desconoce. Lo pienso mejor y dudo que sea recompensa de nada en concreto, simplemente es un efecto meteorologico. Sacudo mi cabeza y miro de nuevo a Mina, que resopla una vez mas. Demonios, que se joda Mandy, pienso.
Mi paso decelera y mi chica aprovecha para sacar el plano de aquel barrio de la ciudad. - La oferta es el punto verde y la entrega el punto rojo, ¿cierto? - me pregunta mientras dobla con torpeza el enorme trozo de papel.
-Cierto. La linea discontinua es la ruta entre ambos puntos.- añado mientras mis ojos se clavan en la luna trasera del ultimo de los coches al que hemos estado apunto de tocar al cruzar por en medio de la calle. Ambos corremos hacia la acera observando como una estampida de motoristas y todoterrenos acompañados de algun que otro turismo emprende una furiosa carrera hacia el siguiente semaforo que queda un poco mas abajo. Es por este tipo de cosas que Mandy me prohibio el uso del coche para el tema de hoy. Es mucho mas rapido si tienes toda la suerte de cara, pero no compensa el daño que te pueda hacer si un motorista se mueve como le venga en gana como suelen hacer. La solucion correcta es no arriesgarse. Combinando el metro y el autobus todo ira como la seda, aquellas palabras me sobrevienen mientras la primera de las motos cruza a mi altura ensordeciendo mis pensamientos.
-Hay algo que no encaja en este plano, querido. - me dice mientras me palpa el hombro con su mano recubierta de cuero. Me giro y la observo. Parece preocupada. Acerco mi cabeza a la suya y juntos observamos el itinerario a seguir. -¿Por que la linea discontinua pasa dos veces por el mismo punto?.-Señalo con el indice la ruta que tomaremos en el momento de colarnos por un callejon mientras mis palabras acompañan esa suave caricia por el trozo de papel. -Una vez salgamos, deberemos volver a pasar por delante del lugar con unas gabardinas color crema que hay metidas en unas bolsas al lado del resto de la basura que se almacena en este callejon.-
-¿Volver a pasar por delante?. ¿Y por que demonios debemos exponernos a que nos reconozcan, cariño? - pregunta frunciendo el ceño.-Nos veran salir corriendo hacia la derecha, y jamas se les ocurriria pensar que en vez de alejarnos, lo que hacemos es acercarnos de nuevo. Daran la orden de buscar a alguien que vista como ahora tu y yo lo hacemos, por eso es imprescindible pasar por ese punto dos veces. Despues seguiremos recto e iremos a ver a Mandy.-Entonces esta vez no nos tocara correr, ¿no? --Solo hasta el callejon, querida.
La sujeto de la cintura mientras le beso la mejilla. Sonrie y seguimos caminando. Torcemos esa misma calle a la derecha y la majestuosidad del edificio al que nos acercamos me ciega interiormente mientras repaso con rapidez mis ultimos movimientos. Debemos acercarnos con diligencia hasta el restaurante de la misma calle, que da pared con pared y no posee camaras de seguridad. Alli esperamos a que los guardias jurados cambien posiciones y entramos al trapo. A ver si con algo de suerte esta mañana no tengo que desenfundar una sola vez.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Dregville

-De acuerdo, ahora presta atencion. Imaginate por un momento que la suerte echa el freno de mano y tras una brusca maniobra se mete en direccion contraria y el primer coche con el que topa es con el tuyo. Un accidente mortal que te otorga todo lo que siempre has soñado, lo que jamas te atreviste a alcanzar por miedo a tropezar antes de llegar a la cima; dinero. Todo el dinero del mundo, un poder inalcanzable incluso para el jodido jeque arabe con mas petroleo impregnado en las inmensas y putridas paredes de sus enormes palacios del mundo.
¿Que es lo que te queda despues de esto?. Dime, ¿que es lo que crees que te queda entonces?-pregunto expectante mientras admiraba su maravillosa obra de arte.
Su compañero, todavia exhausto de cordura tras aquella vision no tenia palabras para responder a aquella extraña pregunta. -No lo se.- dijo con voz titubeante.
-Esta bastante claro, joder. Lo unico que te queda es acelerar lo suficiente como para dejar atras a la muerte. Tienes el coche mas veloz, los neumaticos de competicion que mejor se agarran al asfalto y decenas de litros de nitro bajo el capo. Aun asi, ella no te persigue, ella trata de abatirte, porque no corre... sino que vuela...
-¿La muerte?. ¿De que coño estas hablando, joder?. Dejate de chorradas y hablame en un idioma en el que pueda entenderte, coño.
-¿Que haces cuando quieres mantener distante a un grupo de policias que van tan pegados a ti que te podrian lamer la mierda del culo sin esfuerzo?. La clave esta en desviar su atencion sobre ti, conseguir de algun modo que en otra parte del mismo lugar ocurra algo mas grave que lo que tu has hecho.
De este modo se olvidaran de ti e iran a resolver lo que mas les recompense. No seria de mucho orgullo morir a manos de un par de chorizos de tres al cuarto si has podido hacerlo defendiendo tu pais de terroristas islamicos, o algun otro tipo de calaña de este tipo ¿no crees?.
Sus brazos descendieron lentamente mientras el frio acero del cañon de su recortada brillaba como una estrella en mitad de una despejada noche de verano.
-Sigo sin pillarte, coño.- dijo mientras esputaba un gargajo sanguinoliento al suelo. -Creo que es porque me duele demasiado el hombro, pronto morire desangrado.- se quejo.
-No digas estupideces, hermano. No te han llegado a tocar ningun organo interno, tu vida no corre peligro si te callas y sigues apretando la herida.
Se puso de nuevo en pie y extendio los brazos, como intentando abrazar al astro rey mientras proseguia con sus palabras. -De lo que te estoy hablando es del control, colega. Manten a la muerte atareada, aunque sea cerca tuyo, y tardara en encontrarte lo suficiente como para que cuando vuelva a mirarte ya estes quemando rueda en el horizonte.
-Evadir a la muerte matando... ¿Es por eso que has hecho todo esto, Jerome?- replico el moribundo mientras intentaba incorporarse, no sin esfuerzo. -¿Es por el miedo que le tienes a lo unico que no puedes controlar, por lo que has matado a todo nuestro pueblo?. ¿Nuestros amigos?¿Familiares?¿Conocidos?.
Parecia que sus palabras se perdian en aquel silencioso paraje, pues aquella bestia asesina susurraba al cielo frases que jamas comprenderia. Absorto ante tales ideas, habia perdido de vista lo que realmente importaba en esta vida.
Arrastrando la suela de sus botas, que dibujaban sinuosos surcos sobre las ariscas tierras de aquel pueblo al oeste de Tenneessee, Scott se acerco a su hermano mientras este parecia seguir rezando a alguna divinidad.
-Has perdido totalmente el norte, hermano... totalmente.- Recogio su revolver, bañado en fina arena que habia traido el viento del norte y apunto con firmeza al craneo de Jerome.
-Dime, ¿crees todavia que puedes controlar a la muerte si ahora apreto el gatillo, cabronazo?.- escupio con rabia. Su hermano se giro. Dejo de elevar plegarias al ente invisible y sus talones se torcieron hasta que el revolver de Scott parecia querer penetrar su ojo derecho.
Sus miradas se clavaron entre si, manteniendo una lucha interna de ideales que el otro jamas comprenderia. Una batalla tan inutil como necesaria. Jerome cargo su arma tras un par de chasquidos de la misma. -Empieza a temblarte el pulso, querido hermano. ¿Tendras los huevos de apretar el gatillo para rebentarme el cerebro antes de que mi querida de mas de ochocientos pavos te perfore el pecho?
Sin tiempo para vaciladas, el cuerpo de Scott salio disparado varios metros hacia atras, acompañado de un sordo y potente rugir del arma de Jerome. Tras el fuerte impacto, un enorme charco de sangre bañaba al cuerpo todavia con vida de su hermano. El despiadado asesino se acerco con ternura hacia este. -Lo siento bro, no me diste otra opcion.-
De los ojos de Scott empezaron a brotar lagrimas de desesperacion. Siempre le habia tenido un miedo terrible a la muerte y ahora sabia el porque; era el fin de todo. -Dime, Jerome, ¿donde demonios esta todo ese poder, todo ese dinero del que me has hablado?- hablaba entre quejidos de dolor, tos y vomitos.
-El poder esta en todo lo que ahora me rodea. Setenta y cuatro victimas por arma de fuego y una recompensa de varios miles de millones de dolares por la muerte de las doce familias mas poderosas a este lado del continente. Si, Scott, nuestros padres, familiares y amigos nunca han sido trigo limpio. Aqui creian estar a salvo, pero sus crimenes eran demasiado grandes como para acabar impunes ante la justicia. Lastima que hayas tenido la insensatez de apuntarme con tu arma, joder. De otro modo, ahora seriamos los gemelos mas ricos del mundo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

El Alcohol es una mierda.

Estoy cumpliendo mi promesa, y lo estoy haciendo de un modo en el que este acto pasara a ser escrito con letras de oro sobre un libro de plata imaginario. Por suerte al final me puse las gafas protectoras. Ese jodido negro que ahora debe estar partiendose de risa a mi costa tenia toda la razon. Sin ellas, puedo garantizar que mis ojos estarian tan secos como el pellejo de mi abuela. Me ha dicho que contara hasta veinte, pero hace quince segundos que he perdido la cuenta. ¿Debo hacerlo ya?. Joder, me estoy acercando demasiado deprisa y o lo hago ahora o esto no va a funcionar. Rapido, piensalo si quieres, pero rapido, me digo una y otra vez. Cuenta de nuevo con mas rapidez y hazlo. Quizas no sirva, pero tal vez me salve la vida. El acohol es una puta mierda, joder...
[. . .]
-¿Esta mierda es segura?- pregunto observando como de entre toda mi indumentaria no logro reconocer un solo centimetro de mi cuerpo.-¿Que si esto es seguro?. Si tuvieramos que hacer una jodida lista en la que se reflejaran por orden las cosas mas seguras de este mundo... joder... esto estaria por encima de la primera, macho.
Ese negro de dos metros era el hombre mas feliz del mundo a este lado del planeta, seguro. Su blanca sonrisa y su oscura piel me hacian preguntarme una y otra vez que dentifrico consigue un blanco tan puro. No era nada normal. Quizas destaque su blanco por el color de su piel, o quizas porque usa una pasta de dientes mejor que la mia.
-Oye...- me interrumpio. Queria saber que marca usaba pero me interrumpio.-¿Estas listo, enano blanquito?- me grita mientras una de sus enormes manos se posa en mi hombro, balanceandome como un muñeco de felpa. Jodido negro, pienso una y otra vez. ¿Me vas a hacer esto solo porque di mi palabra de que lo haria?. Estoy seguro de que la mayoria de negros que cubren la faz de la Tierra no me harian cumplir lo que por ir borracho prometi. Iba a preguntarle de nuevo sobre su deslumbrante sonrisa, pero creo que ya he hecho suficiente ridiculo por hoy.
Hasta ahora era un estupido sin palabra, pero mi vida era tranquila y sin sobresaltos... demonios... ¿A quien coño le importa que hoy en dia nadie crea lo que dices?. Es algo normal. La gente habla mucho y hace poco. ¿No puedo ser como el resto de los que hablan sin ser consecuentes con sus palabras?. Me gustaria ser como el resto, no me esta gustando ser yo ahora mismo.
-Estas palido, macho. ¿Te encuentras bien?- me pregunta entre gritos mientras uno de sus ojos se clavaba en mis pupilas.-No...- respondi desanimado.-Bueno, realmente me importa una mierda el estado en el que te encuentres, creeme. Vas a hacer lo que anteayer juraste, te pongas como te pongas.
Ese negro es muy persuasivo. Demonios, dos metros de negra persuasion amedrentan a cualquiera, ¿no?. Mis ojos siguen centrandose en esa oscura figura mientras una luz me ciega, es su jodida dentadura. Es increible, me repito una y otra vez.
Ese cabron de Carlos me habia metido en toda esta mierda. El muy cerdo hizo que no me llevara el coche para hacerme beber cuanto quisiera, aunque ultimamente me la traia bien floja que me retiraran el carne por ir borracho o por haber matado a alguien estandolo. Incluso me la zumbaba sobremanera morir hebrio al volante en alguna carretera secundaria sin mas señalizacion que la que te muestran los acantilados que se suceden entre las sinuosas curvas de un ascenso a la montaña. Sabia que me iba a emborrachar, sabia que me haria llegar hasta donde ahora estoy. Un cabron muy listo con muy malas ideas, aunque bueno, no puedo culparle. Al que le pierde la bebida es a mi...
-¡¡Dos minutos, blanquito!!- me grita de nuevo, esta vez un poco alejado.-¿Ya?- le grito desesperado. Uno el poco coraje que me queda con la locura que me va a hacer falta dentro de un par de minutos y tras un grito me acerco con rabia a aquella mole. Me va a destrozar si asi lo quiere. Puede romperme el cuello con uno solo de esos brazos, que mas que extremidades parecen las raices de algun robusto roble del pueblo de mi abuelo, pero me da igual. En mi imaginacion le estoy partiendo la cara, asi que tan dificil no debe ser. Mi columna se retuerce y mi diestra esta cargada. Tan cargada que se agarrota del esfuerzo, o del miedo, o del poco honor que me queda. ¿Estoy intentando endiñarle a un negro por la espalda?. A la mierda... ¡claro que lo estoy haciendo!. El y su jodida dentadura Profident, a ver si tengo suerte y se la tiño de un rojo oscuro.
Mi puño izquierdo vuela con prisa pero se nota que no he peleado demasiadas veces, al menos no las suficientes como para tumbar a un hombre que mide dos veces yo y pesa otras tantas. Mis nudillos se clavan contra el marco metalico de la puerta en la que el negrito estaba apoyado y el ruido del golpe hace que el hermano de Carlos tuerza el gesto hacia mi.
-Blanquito... un minuto...- me advierte.
Esa mirada ha hecho que mi corazon de un vuelco. Creo que ha llegado el momento de asumirlo. Voy a hacerlo, por mucho que me joda, por muy pocas posibilidades de salir con vida que tenga. Estoy preparado, al menos a nivel tecnico, pues no me faltan las herramientas para que todo salga bien, pero no... no estoy preparado mentalmente, ni fisica, ni psicologicamente, joder.
-Vete a la mierda, puto simio de los cojones... - le susurro mientras observo, horrorizado, como tras un par de zancadas furiosas se acerca a mi lado. Le miro a la altura de la cara pero su negro puño me cubre el enfoque. Noto como mi nariz se parte y me hunde ligeramente el menton. Caigo de culo al suelo mientras el dolor ahoga mi grito. El aparato se tambalea. Abro un ojo y veo que con el otro brazo me agarra por la solapa del traje y me levanta como si fuera una pluma.
Esta bien, voy a cumplir una promesa por ir borracho, y lo hare con la nariz rota, sangrando y con la mandibula desviada por bocazas. ¿Algo mas?, pienso mientras toso un poco de sangre.
-Es la hora, blanco de los cojones...- sentencia.
Si, este es el "algo mas" que estaba esperando. Cinco minutos intentando esquivarlo, pero ya esta aqui, es la hora, el momento, el instante en el que...
De repente siento como un fuerte empujon me envia fuera de la avioneta, sin mas sustento que mis cuadrados cojones, mi nariz rota y con la certeza de que voy a morir sin saber como un negro puede tener unos dientes tan blancos, empiezo mi descenso sin retorno. Me dijo que contara hasta veinte y tirara de la anilla. Se supone que no debe ser muy dificil, seguro que todo sale bien.
Espera. ¿Cuando se supone que tengo que empezar a contar?. Estoy descontando metros hace.. ¿cuanto?. La avioneta se hace pequeña a una velocidad endiablada, a la misma a la que desciendo a tierra firme. ¿Empiezo a contar ahora?. No, creo que he debido empezar hace unos segundos... ¿pero cuantos? ¿Debo hacerlo ya?. Joder, me estoy acercando demasiado deprisa y o lo hago ahora o esto no va a funcionar. Rapido, piensalo si quieres, pero rapido, me digo una y otra vez. Cuenta de nuevo con mas rapidez y hazlo. Quizas no sirva, pero tal vez me salve la vida. El acohol es una puta mierda, joder...