viernes, 30 de noviembre de 2007

Por ciudad, no me toques los cojones...

El embrague se tensa de nuevo mientras mi pie izquierdo cede ante su empuje. Mi cuello se balancea ante la fuerza del motor y golpeo contra el reposacabezas con fuerza. Mi cuerpo parece fundirse en el asiento. La mano derecha ha incrustado tercera y las calles desaparecen a ambos lados a una velocidad que me sobrecoge. Un único fallo y se acaba todo.
-¡¡Corre, demonios!!- me grita el imbécil que llevo de copiloto.- Eso hago,¿no lo ves?. - le respondo con tranquilidad mientras reduzco a segunda para tomar derrapando una calle perpendicular a la avenida por la que ya he hecho demasiado jaleo.-¿Que coño haces?- me grita de nuevo. Me siento exhausto. Podría rebentarle la nariz aquí y ahora, pero eso no le gustaría a mi hermano. No debo.-¿Quieres conducir tú?- le pregunto mientras mientras avanzo a toda leche por una calle peatonal.-Sácanos de esta o Mario te va a cortar los huevos, conductor de los cojones!!- me grita el colega del copiloto, que reposa intranquilo tras mi asiento.-¿Conductor de los cojones?- grito mosqueado mientras freno y me salto un rojo para incorporarme de nuevo a una vía preferente. - Un conductor es una persona que te saca el coche los domingos por la mañana para ir a buscar el periódico. A mí llámame piloto de los cojones, gilipollas.-
El inútil que murmura tras de mí, chasquea los labios, desesperado. Le miro através del retrovisor interior y tras cruzar las miradas, me pregunta algo que no atino a entender. -Cuando acabe todo esto y estéis a salvo gracias a mi, tú y yo nos vamos a partir la cara, imbécil.- le recrimino mientras el copiloto me mira de forma intimidatoria.
-Si queréis salir libres de esta, será mejor que dejéis de tocarme los cojones, tanto tú... - le señalo con el índice, lo cual no le hace mucha gracia. Golpea la luna de su lado con la culata de la pipa que todavía porta en su mano derecha. El vidrio se quiebra levemente. -... como el jodido energúmeno que tienes como socio.- le digo mientras ladeo la cabeza mostrándole el objetivo de mis palabras.
Las sirenas se hacen audibles de nuevo. Ya vuelven a la carga. No les he podido perder por el portal del ángel. Una verdadera lástima, aunque me lo he pasado de viciio.
Una vez más con la policía tras mis tubos de escape, y es que ir por ciudad a más de ciento ochenta es una locura, me lo tengo merecido. Miro a ambos lados de la calle y tan pronto como reconozco el barrio por el que mi coche flota sobre el asfalto del mismo, bajo a cuarenta tan pronto como los frenos me permiten y tomo un atajo que me llevará a las afueras de la ciudad.
-¿Por que demonios te metes por aquí?- me pregunta de nuevo el copiloto.-¡¡Oye!!.. A ver, ¿tú como te llamas?- le pregunto mosqueado.-¿Yo?- me responde incrédulo.-Sí, tú.- le grito. El empedrado del suelo hace que nuestra conversación se haga más difícil de lo que la situación en sí ya la ha convertido.-¡Y a ti que coño te importa!- replica indignado.-¡¡Pues muy bien, Y a ti que coño te importa, o dejas de tocarme los cojones, o hago que nos estampemos por tu lado y salgas disparado por la luna frontal, ¿estamos?!!- grito mientras el volante gira un par de veces a una velocidad que hace que el coche se desplace de forma lateral varias decenas de metros tras salir de la calle por la que había atajado.
De nuevo una vía ancha e idónea para hundir el pedal sobre su asfalto. Písale, me dicta mi pie derecho.
Un par de flashes azules que no se de donde vienen me ciegan. Una furgoneta de la local aparece de golpe por nuestra derecha. Se avalanza sobre el coche sin que yo pueda hacer más que observar como destroza la figura del copiloto para, acto seguido, destrozarme a mi también.

domingo, 25 de noviembre de 2007

Sueño efímero.

La Luna reluce menguante sobre el firmamento mientras su luz actúa, en el centro de una ciudad desconocida a ojos extranjeros, dibujando sobre el verde suelo de los jardines de un parque, las sombras de unos árboles que parecen observar todo lo que allí ocurre. Un par de parejas acarameladas disfrutan de un viaje placentero por las vías en las que el sexo en público te ata y conduce.
Un hombre de oscuro cabello y fornido porte, permanece erguido al pie de una de las farolas que ilumina el paseo principal del lugar.
-Puedes salir, nadie me ha seguido.- susurró, de reojo, a uno de los arbustos que parecía vigilarle desde hacia varios minutos. De este salió, torpemente, una silueta que caminaba sinuosa sobre aquél suelo. -Tan cuidadoso como siempre.- esgrimió entre sordas risas aquella figura que, lentamente, se acercó al hombre de mayor envergadura.
-Tu llamada así parecia requerirlo, viejo amigo.- contestó de nuevo aquel hombre alto con gabardina, girando sus talones sobre la nueva y menuda que había hecho acto de presencia. -De hecho no tengo mucho tiempo. Dudo que más de veinte minutos, si tengo tal suerte.-
Ambos empezaron a caminar para perderse lentamente entre la oscuridad y la protección que les otorgaban los grandes robles de la zona más alta del parque. - ¿Recuerdas el proyecto R.U.K ?- susurró de soslayo la pequeña figura que, tras aquellas palabras, parecía haberse dado cuenta de que le estaban observando. -Te he dicho que no me han seguido, así que deja de irritarte, ¿quieres?- replicó su compañero al verle nervioso. -Y sí, recuerdo todo lo que me hablaste sobre él... no me digas que...-
- No te preocupes, todavía estamos a tiempo de cortarle las alas, pero te advierto de que sí, está finalizado. De hecho, antes de salir corriendo del laboratorio tuve tiempo para sacar algo de información sobre mí y nuestro encuentro.- Ambos se sentaron en uno de los bancos de madera de la zona superior del parque y prosiguieron la charla.
-¿Y que tienes?- preguntó el hombre robusto mientras observaba a su compañero con incredulidad. Este, sin perder un solo segundo, respondió tajantemente. - Tengo la información suficiente como para intentar parar todo esto, pero necesito tu ayuda. Eres la persona con la que menos contacto mantengo y será más dificil de predecir este mismo momento en un pasado inmediato, así que puede que ello nos aporte un par de minutos cruciales. - Sacó del bolsillo interior de su chaqueta un revólver que entregó a su enorme compañero, el cual accedió a cogerlo sin replica alguna. -Debes matar al Doctor Amos, y debes partir ya...-
El científico le entregó también una acreditación con la que debería poder acceder hasta el laboratorio sin ningún tipo de problemas y tras un par de indicaciones más, el hombre fornido se levantó de aquel banco y apresurado, corrió parque abajo hasta su coche.
-Suerte, Carlos- susurró entre pensamientos aquel pequeño hombre, que apoyado en el respaldo del banco, suspiró aliviado. Cerró los ojos y tras remover en su mente una vez lo ocurrido y lo que estaba por acontecer, un estruendo le sacó con furia de sus cavilaciones. Una explosión a unos cien metros de donde él ahora reposaba. -¡¡Carlos!!- Fue su amigo lo primero que le vino a la mente, y como la explosión de su coche había acabado con toda posibilidad de detener el proyecto que acabaría con todo libre albedrío sobre la faz de La Tierra.
-No te preocupes por él, ha sido algo instantáneo- replicó una figura que creció desde las sombras hasta postrarse irremediablemte a su altura. -¿Quién demonios eres?- preguntó la pequeña figura, todavía impactado por la luz del fuego que emergía de las afueras del parque.
-No voy a perder el tiempo explicándote quien soy y de que época vengo, porque tu vida se acaba aquí y ahora, pero si crees que tu viaje al mas allá será más liviano si te explico que tú amigo logró acabar con nuestro doctor la primera vez que lo intentó, créelo. Nos hicieron falta dos regresiones simultáneas para conseguir la información adecuada para que tu amiguito se haya convertido en el hombre de las cenizas, y tú en el hombre con una bala entre ceja y ceja...-
Levantó el arma que portaba en su diestra y su cañón se detuvo a la altura de la cabeza del acongojado científico. No escucho siquiera el ruido del gatillo.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Viaje Astral. Recuerdos

Después del negro completo, su fuerza cede, se desvanece. Mis ojos queman esa oscuridad perpétua lentamente y un gran círculo luminoso crece poco a poco. Subo unas escaleras. Cada una se levanta un palmo sobre la anterior y me cuesta moverme por estas. Los rellanos son estrechos, pequeños. El techo parece ceder en partes donde no debería y en ocasiones, para acceder al siguiente piso, debo curvarme con fuerza para no golpearme la cabeza. En las próximas escaleras parece que faltan dos escalones, pero mi pie golpea con furia sobre una base que no existe. No me extraño, es algo normal. Sigo ascendiendo.
Dos pares de piernas un par de metros más arriba me llevan algo de ventaja, pero no me preocupa, no estoy persiguiéndoles. No cabe la prisa. Respiro y sigo caminando.
Tropiezo lentamente y mi cuerpo cae como si pesara escasos tres gramos. La fuerza de la gravedad se olvida de reinar en este metro cuadrado y, aún así, en mi impacto contra el último escalon del decimotercer rellano, mi pierna se quiebra en dos. Tibia y peroné se separan con una dulzura que eriza los cabellos de mi nuca. No cabe el dolor.
Esas piernas continúan el ascenso. Ni siquiera se paran a observarme, a reírse, a preocuparse. No me importa. No deben. Me molestaría que lo hicieran.
-Esto es absurdo- me digo a mi mismo cuando me veo la pierna en calidad radiográfica. -Es imposible romperse la pierna con un golpe así-.
Mis manos repiquetean sobre el inicio del próximo rellano como si aquella observación me hubiera servido de ayuda. Lo ha hecho. Me he dado cuenta de que estoy en un sueño... y quiero salir. Dejo la percusión y todo se vuelve oscuro.
De nuevo ese negro completo, su fuerza crece. Lo gobierna todo. El negro ha dejado de ser una mierda para convertirse en el puto amo de mi consciencia. Es el paso siguiente, así que le dejo que reine lo que quiera. Tarde o temprano se irá y la luz volverá a mí, ya he vivido esto otras veces. Se como funciona, por lo que no estoy asustado- ¿me oyes?- me susurro a mí mismo.
La oscuridad cede. Todo vibra. Mi habitación, que aunque oscura puedo diferenciar cualquiera de los objetos que tengo repartidos por ella , tiembla. No. No es la habitación. Soy yo. Pero tampoco es un temblor, es una sensación interna más que el efecto de algo exterior sobre mí. -¿Dónde estoy?- me pregunto mientras no siento nada bajo mi espalda. -Estoy flotando-. La situación tiene su gracia. Estoy totalmente horizontal apoyado sobre la nada, mientras mis pies descansan sobre mis réplicas físicas. Curioso. Jamás había despertado a esta otra realidad de este modo. Es divertido.
Una voz. -¿Quien demonios llora de ese modo?- me pregunto mientras siento como un grito agónico se acerca sin remedio. Me está buscando. Me va a encontrar. Soy demasiado torpe todavía, no podré huir. Esa voz se acerca. Me turba los sentidos que no deberían poder ser oscurecidos por nada. Ahora debería tener más control sobre mí, sobre mi alrrededor, pero estoy muy verde todavía.
Me va a dar caza. Ya está. Está aquí. Es ella. -¿Quien?-. Da igual, no lo soporto más.
De repente, algo en mí da un vuelco. Es morena. Cabello corto, por debajo de las orejas. No posee dientes, tiene la boca abierta y se dibuja un enorme universo dentro de esta. Me grita. Tiene la cara desencajada y los pómulos se marcan en sus mofletes. Necesita mi ayuda. Me mira con desesperación. Hastiada, sigue gritándome. Apenas está a un centímetro de mi cara. Sigue haciéndolo. No para. Me necesita, lo sé. Paso de ella. Estoy en shock y no tengo cojones a moverme.
Sigue gritándome desesperada y me estoy quedando sordo. Me he hartado. -Apártate, por favor-. La empujo con la imaginación y ella me entiende. Su grito se aleja y crece en mi un sentimiento increíble de culpabilidad. Soy un desgraciado. Floto hacia la pared y cuando estoy apunto de atravesarla...
Mis ojos se abren. Mi corazón está revolucionado y si sigue bombeando a esta velocidad, creo que voy a perder la cordura. Mi mente reconstruye el puzzle que ha caído al suelo al despertarme. Lo recuerdo todo.
Jamás te olvidaré, morena. Siento no haber podido ayudarte.

domingo, 18 de noviembre de 2007

El camino interior

Los ojos de la mujer irradian felicidad y un incondicional amor hacia su marido cuando ambos cruzan sus miradas. Tembloroso pero seguro de una idea que le ronda por la cabeza, le acaricia el fino y largo cabello con la llema de los dedos, que se entrelazan entre estos y topan con unas mejillas que se sonrojan por momentos. Los labios le tiemblan, pero la valentía puede, esta vez, más que el temor de lo evidente.
-Alicia, lo sé todo... y quiero perdonarte.... Quiero perdonarte, así que déjame que lo haga, por favor.
[ . . . ]
Una oscura habitación, carente de puerta alguna o ventanas que reflejen tímidamente la concepción del exterior, que refleja pequeños pero brillantes tonos de un blanco muy claro, dibuja dos siluetas que se envuelven bajo crudas miradas y tenebrosos pensamientos intentando herirse entre ambas. Sin pudor alguno, sin temor a una represalia que bien saben, jamás obtendran.
-Deja de apuntarme con eso de una vez, por favor. - sollozó titubeante la figura que permanecía en el suelo.-Es la primera vez que me pides algo de forma educada, ¿sabes? - aquella presencia sostenía un arma entre sus fríos dedos.-Te equivocas una vez más, hermano.-¿Que me equivoco?. No te atrevas a rebajarme a un nivel que no me pertoca. Ni tú ni yo jamás nos hemos equivocado... en la vida lo hemos hecho. No podemos. No digas estupideces.-Puede que tengas razón, no estamos hechos para concebir ningún tipo de desacierto, pero debes mirar más allá. Y, por favor, deja de apuntarme con eso de una vez. Sabes que no puedes matarme.-¿Mirar más allá?- arqueó su ceja izquierda mientras observaba a su hermano con cierta incertidumbre.-Sí. Siempre te quedas observando lo que se te presenta de forma palpable, y actúas en consecuencia. Debes intentar llegar a un nivel superior de entendimiento sobre lo ocurrido.-¿De que coño me estas hablando?Aquella figura se levantó del suelo lentamente mientras negaba con la cabeza. - Piénsalo, hermano... - una vez erguido por completo, se sacudió la americana y ambos se acercaron lentamente. -... la situación requiere que esta vez se cumpla la ley del "ojo por ojo".-Y en el momento en el que siquiera lo intentes, estaré ahí para detenerte. Estamos hechos para vivir así hasta que le llegue el día de su muerte.-Lo sé, por eso debes escucharme con atención.-No voy a escuchar una mierda. Entiéndeme. ÉL me ha otorgado esta vez el arma. Y si lo ha hecho es porque cree que es lo mejor para si mismo, y ni tu ni yo debemos ir en contra de la naturaleza de la persona a la que servimos, la persona que nos creó. Así que apártate y mantente al margen, o me veré obligado a apretar el gatillo.-Sabes que no puedo morir, al igual que tú tampoco, joder.-Te repito que lo sé, pero si apreto el gatillo permanecerás fuera de todo esto el tiempo suficiente como para que no se cumpla tu voluntad sobre esta situación. ÉL lo quiere así, y así será.-ÉL no sabe una mierda sobre lo que realmente quiere.-ÉL quiere perdonarla, alejarse y empezar una vida de nuevo.-¡¡Y una mierda!!. Mira la jodida habitación, apenas se distingue luz entre las paredes. Su mente está tan podrida como los cadáveres de sus padres. Diría que ni siquiera hay un cinco por ciento de luz esta vez. ¿Por casualidad lograrías verme si no estuvieramos hablando?. ¡¡Vamos, recuerda las pautas, coño!!.-¡¡Deja en paz de una vez las putas pautas, con esa excusa de mierda la habitación siempre se acaba tiñiendo de un negro perpétuo y se acaba haciendo tu voluntad!!... ¡¡Esta vez tengo yo el arma, no tienes nada que hacer!!.
Después del duro silencio, un sordo disparo rebotó infinidad de veces en las paredes de aquella habitación. El eco se fue atenuando y una voz irrumpió.
-¿Lo ves?. Ni siquiera tenías la pistola cargada. Recuerda esto para la próxima vez: Su mente está tan podrida como los cadáveres de sus padres...-¿Que coño quieres decir con eso?-Pues que a ti te ha dado un arma sin balas, pero a mi me ha dado un machete bien afilado y, créeme, yo no voy a fallar, Yang...
[ . . . ]
-Déjame que te perdone... a mi manera...
La figura de aquél hombre rudo abrazón con fuerza desmesurada el cuerpo de su mujer, y después de empujarla con la fiereza de un demente desbocado, sobre el suelo de la cocina, le asestó las veinte puñaladas que acabarían con su vida.
-Gracias por dejarme perdonarte, cariño...

martes, 6 de noviembre de 2007

La Justicia

-¡¡Señor, tanto usted como yo sabemos que el preso no tiene nada que ver con todo lo ocurrido!!-Usted mismo lo ha dicho soldado, y mejor será que nadie más que esas dos personas conozcamos la verdad.-¡¡Pero no es justo!!-¡¡Ni se le ocurra volver a levantarme la voz, necio!!... Deje de reprocharme lo que con tanto patriotismo juró defender y abra los ojos de una vez por todas, maldita sea. El Consejo Mayor busca una cabeza de turco y nosotros estamos en la obligación de dársela, así que coja su fusil, encare de nuevo esa puerta que con tanta furia astilló y preparese de inmediato. - me grita indicando con su recia mirada que me aleje cuanto antes de su presencia. Así lo hago, con premura y desesperación, con la desfachatez ajena todavía derramandose por mi uniforme a modo de líquido viscoso. Es repugnante, pero las ordenes son las ordenes.
No paro de pensar en lo ocurrido sin lograr encajar siquiera las dos primeras piezas de tan abstracto puzzle. Si la absurdez tuviera forma de presenciarse ante el mundo que vemos frente a nosotros, seguramente sería la cinta de video más macabra que se hubiera filmado hasta la fecha. Exactamente reprensentaría lo que ha conseguido traumarme para el resto de mis días...
El Sol empieza a decaer de su cenit y las sombras en la seca tierra se alargan como lo hace el tiempo cuando cuentas todos y cada uno de sus segundos. Me cuesta respirar, y por mucho que mis pulmones se dan de sí hasta el límite, lo que inhalo no es más que la fina arena que levanta la leve brisa que surca las grandes esplanadas de Tubmanburg, y eso no me ayuda. La Tierra Libre la llaman. Yo la llamo La Tierra del Libertinaje. Aquí nada ni nadie tiene respeto por lo que respira, excepto la naturaleza consigo misma.
-¡¡Carguen!! - Inspiro profundamente, notando cada piedrecita de ese turbio aire colapsando mis vias respiratorias.-¡¡Apunten!!-...
Tras ese incomodo pero tan necesario silencio... mis pulmones se encogen y mis fosas nasales se ruborizan al mismo tiempo que exhalo la ultima bocanada de aire del reo. Es su hora. La hora de la tormenta relámpago que descargará sobre un mismo cuerpo sin pudor, sin acritud, con total solvencia.
-¡¡Fuego!!
De nuevo ese minúsculo momento, tan pequeño que de lograr medirlo merecería mención de honor. Me santiguo y con la yema del indice acariciando el frío acero del gatillo, mi conciencia resopla las últimas palabras con cordura que le quedan por esculpir. -Perdoname papá. Las ordenes son ordenes.-
Justicia: Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Yo no lo veo así.