domingo, 18 de noviembre de 2007

El camino interior

Los ojos de la mujer irradian felicidad y un incondicional amor hacia su marido cuando ambos cruzan sus miradas. Tembloroso pero seguro de una idea que le ronda por la cabeza, le acaricia el fino y largo cabello con la llema de los dedos, que se entrelazan entre estos y topan con unas mejillas que se sonrojan por momentos. Los labios le tiemblan, pero la valentía puede, esta vez, más que el temor de lo evidente.
-Alicia, lo sé todo... y quiero perdonarte.... Quiero perdonarte, así que déjame que lo haga, por favor.
[ . . . ]
Una oscura habitación, carente de puerta alguna o ventanas que reflejen tímidamente la concepción del exterior, que refleja pequeños pero brillantes tonos de un blanco muy claro, dibuja dos siluetas que se envuelven bajo crudas miradas y tenebrosos pensamientos intentando herirse entre ambas. Sin pudor alguno, sin temor a una represalia que bien saben, jamás obtendran.
-Deja de apuntarme con eso de una vez, por favor. - sollozó titubeante la figura que permanecía en el suelo.-Es la primera vez que me pides algo de forma educada, ¿sabes? - aquella presencia sostenía un arma entre sus fríos dedos.-Te equivocas una vez más, hermano.-¿Que me equivoco?. No te atrevas a rebajarme a un nivel que no me pertoca. Ni tú ni yo jamás nos hemos equivocado... en la vida lo hemos hecho. No podemos. No digas estupideces.-Puede que tengas razón, no estamos hechos para concebir ningún tipo de desacierto, pero debes mirar más allá. Y, por favor, deja de apuntarme con eso de una vez. Sabes que no puedes matarme.-¿Mirar más allá?- arqueó su ceja izquierda mientras observaba a su hermano con cierta incertidumbre.-Sí. Siempre te quedas observando lo que se te presenta de forma palpable, y actúas en consecuencia. Debes intentar llegar a un nivel superior de entendimiento sobre lo ocurrido.-¿De que coño me estas hablando?Aquella figura se levantó del suelo lentamente mientras negaba con la cabeza. - Piénsalo, hermano... - una vez erguido por completo, se sacudió la americana y ambos se acercaron lentamente. -... la situación requiere que esta vez se cumpla la ley del "ojo por ojo".-Y en el momento en el que siquiera lo intentes, estaré ahí para detenerte. Estamos hechos para vivir así hasta que le llegue el día de su muerte.-Lo sé, por eso debes escucharme con atención.-No voy a escuchar una mierda. Entiéndeme. ÉL me ha otorgado esta vez el arma. Y si lo ha hecho es porque cree que es lo mejor para si mismo, y ni tu ni yo debemos ir en contra de la naturaleza de la persona a la que servimos, la persona que nos creó. Así que apártate y mantente al margen, o me veré obligado a apretar el gatillo.-Sabes que no puedo morir, al igual que tú tampoco, joder.-Te repito que lo sé, pero si apreto el gatillo permanecerás fuera de todo esto el tiempo suficiente como para que no se cumpla tu voluntad sobre esta situación. ÉL lo quiere así, y así será.-ÉL no sabe una mierda sobre lo que realmente quiere.-ÉL quiere perdonarla, alejarse y empezar una vida de nuevo.-¡¡Y una mierda!!. Mira la jodida habitación, apenas se distingue luz entre las paredes. Su mente está tan podrida como los cadáveres de sus padres. Diría que ni siquiera hay un cinco por ciento de luz esta vez. ¿Por casualidad lograrías verme si no estuvieramos hablando?. ¡¡Vamos, recuerda las pautas, coño!!.-¡¡Deja en paz de una vez las putas pautas, con esa excusa de mierda la habitación siempre se acaba tiñiendo de un negro perpétuo y se acaba haciendo tu voluntad!!... ¡¡Esta vez tengo yo el arma, no tienes nada que hacer!!.
Después del duro silencio, un sordo disparo rebotó infinidad de veces en las paredes de aquella habitación. El eco se fue atenuando y una voz irrumpió.
-¿Lo ves?. Ni siquiera tenías la pistola cargada. Recuerda esto para la próxima vez: Su mente está tan podrida como los cadáveres de sus padres...-¿Que coño quieres decir con eso?-Pues que a ti te ha dado un arma sin balas, pero a mi me ha dado un machete bien afilado y, créeme, yo no voy a fallar, Yang...
[ . . . ]
-Déjame que te perdone... a mi manera...
La figura de aquél hombre rudo abrazón con fuerza desmesurada el cuerpo de su mujer, y después de empujarla con la fiereza de un demente desbocado, sobre el suelo de la cocina, le asestó las veinte puñaladas que acabarían con su vida.
-Gracias por dejarme perdonarte, cariño...

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